Puerto Vallarta va por la vanguardia gastronómica / Periódico La Razón
Manejar diez horas seguidas sólo es posible con el impulso de una bomba de adrenalina tras la persecución de un recuerdo, éste se va haciendo más alcanzable cuando los kilómetros se acumulan en el cansancio de una idea más o menos clara como persiguiendo el sueño del recuerdo del aguachile deglutido en la juventud, cuando las últimas vacaciones se han desplazado, y reconoces que es una locura viajar por tierra a Puerto Vallarta, atravesar cinco estados y cruzar la Sierra Madre por pistas deliciosas, sintiendo el espasmo de la velocidad líquida a un promedio de 150 kilómetros por hora, hasta llegar al cónclave del recuerdo. ¿Saben? El recuerdo del olor del mar de la juventud no cambia, con los años se vuelve limítrofe de una filosofía del vagabundeo y del llamado adormecedoramente life & style. Pero el platillo estaba esperando en la mesa, el cansancio y el espanto de los 870 kilómetros transcurridos, el aliento del mar nocturno, las luces del malecón, el levantador y celestial cóctel margarita que nos brindó el consierge del Hotel Boutique Hacienda San Ángel, al arribar a la empinada colina de lo que fue la antigua morada de Richard Burton, me recordó que el sueño de las vacaciones aguijoneaba con la realidad del recuerdo deseado.
¿Saben? Puerto Vallarta es el mito del deseo, es el “Fly me too the moon”, en el espléndido equipo de sonido de la Ford Escape Ecoboost 2014 que probamos en todo su dinamismo en las rectas, magnitud y seguridad, en las curvas y elegancia en su diseño majestuoso, en lo que fue todo un día de camino de fin de semana de vacación: doce horas con descansos de ida, y doce al retorno. Sí, una locura con sistema de radionavegación, cámara de reversa y quemacocos.
Trio y Vitea: cocina de última generación. Alcanzar el deseo del recuerdo del aguachile creado por Bernhard Guth, Chef y propietario de Trio y Vitea, servido en el malecón del restaurante que tiene a la estatua de San Pascual (santo de los cocineros) como anfitrión, resultó una experiencia ensordecedora. Vitea es un bistro frente al mar, entre Los Arcos y el río Cuale. El famoso aguachile perseguido tras mil kilómetros, estaba a la mesa con un cóctel de raicilla tipo margarita, en sus mesas y sillas y vitrales modernistas diseñadas por David Leonard, Miguel Perez, Sheila Devine y Manuel Adrián.
El mar al estilo bistro mediterráneo: Camarones tempura en costra de semilla de calabaza con ensalada de pepino y salsa dulce picante; filete de huachinango zarandeado al estilo Ricardo con ensalada de jícama y zanahoria; Ravioli de berenjena con hongo portobello, mantequilla de nuez y yogurt; filete de res a la parrilla con chile ancho relleno con queso de cabra y especias, puré de papa y salsa de chipotle.
Trio abrió en 1994. Es cosmopolita, se postula como de última generación mediterránea bañada de especias mexicanas, lo que hace una cocina vanguardista, distinguida y de sabores que se dispersan agradablemente en la memoria. Ensalada libanesa: rebanadas de betabel horneado con Perejil y queso de cabra marinado; Ensalada templada de arúgula y jitomate con vinagreta de cítricos o Camarones al cardamomo y callo de Margarita salteado .
Cangrejo de concha suave crujiente, espárragos verdes y salsa de cacahuate picante; Ravioles de ricotta y espinaca con coulis de jitomate deshidratado; Huachinango horneado con chile verde; verdura Ratatouille y salsa de cilantro y limón; Filete de pescado del día adobado con especias yucatecas, verduras mexicanas y salsa de limón. Y una selección exclusiva de vinos importados para un maridaje muy tropical, por lo que hay que dejar que el sommelier apoye con sutiles y acertadas sugerencias, como lo fue mi visita.