La primera vez en mi vida que viajo con amigas
Después de decenas de mensajes, finalmente logramos quedar en una fecha conveniente para poder viajar juntas, lo que sucedería algo así como un mes después, y es que empatar agendas de cinco mujeres, algunas mamás, todas con trabajo y compromisos de familiares y sociales, no es cosa fácil.
Pasaron las semanas y todo parecía seguir un rumbo normal, el viaje estába planchado, las agendas acomodadas, la logística establecida, todo iba viento en popa, hasta el día en que recibí el mensaje de que mi hijo mayor tendría un examen justo el último día de lo que sería nuestra vacación.
No dije nada los primeros días, porque como suele ser mi costumbre, lo primero que pensé fue cancelar mi asistencia y no tenía cara para hacerlo. El viaje me emocionaba muchísimo, sin contar que me urgía salir a tomar unos días de descanso, la idea de meterme al mar me seducía terriblemente.
Antes de decirle a mis amigas que “con la pena” pero yo no iría a la playa con ellas, hablé con mi hijo, le expliqué las cosas y le dije “piénsalo, sí necesitas que yo esté ese día, yo estoy”, por respuesta obtuve un inmediato “te necesito ahí”. ¡Zas! Y claro llevaba seis meses preparándose para ese examen.
Me sentí la peor por siquiera pensar en no estar para mi hijo, pero al mismo tiempo no querer cancelar la vacación con mis amigas. Esa noche me costó horas conciliar el sueño, hasta que por ahí de las tres de la madrugada decidí que sí iría al viaje, pero me regresaría una noche antes en camión para estar en la Ciudad el domingo a primera hora para el examen de mi hijo.
Después de semanas llegó el día, como siempre con mil pendientes de trabajo me dormí casi a las cuatro de la madrugada terminando y envíando textos, total, aunque tuviera que levantarme a las seis de la mañana podría dormir todo el camino. No fue así.
A las 6:30 abrí los ojos al mismo tiempo que escuchaba “amiga, llegamos por ti en cinco minutos”, para cuando Irene terminó la frase yo ya estaba de pie corriendo para despertar a mi hijo mayor.
En ese momento, con todo oscuro, la puerta que acababa de abrir comienza a cerrarse mientras volteo a decirle que no le podía dar “cinco minutos más” y al girar con todo el impulso ¡pum! de frente contra el filo de la puerta. De plano tuve que tirarme en un sillón a sobarme porque sentía que me desmayaba.
Como pude me arrastré al baño, abrí la ducha y me metí, afortundamente estoy acostumbrada a bañarme en menos de cinco minutos, pues esta vez fueron dos y todavía medio mojada me puse la ropa. Corrí y corrí, las chicas habían ido a cargar gasolina y tuve unos minutos extra.
Finalmente, y con un mega chichón en la frente, logré salir de casa, con bolsa de hielos en la cara me subí a la camioneta y arrancamos. Por un momento, pensé ¿y si todo esto era señal de que no debía hacer el viaje? El dolor no me dejaba pensar claramente.
¡Cinco horas después lo habíamos logrado! Las palmeras ocupaban el paisaje y la camioneta circulaba paralelamente al mar. Nos estacionamos, bajamos las maletas y entrando a la recepción delJadu Artisan Hotel lo primero que escuchamos fue ¡las estabamos esperando, bienvenidas!
A partir de entonces todo fluyó perfectamente, nos acomodamos en las habitaciones, nos cambiamos la ropa por trajes de baño y salimos apresuradamente a la playa a tumbarnos en los camastros frente a un mar esmeralda. No me la creía.
Seguí sin creerlo los siguientes tres días en que hubo muchas primeras veces para mi: hacer un viaje con amigas. Las risas en el jacuzzi del spa. Las fotos adentro del mar jugando con las olas. Subirme a un caballo a la orilla del mar y casi acabar colgada de una palmera (Sólo Grace va a saber de qué hablo) pero muerta de la risa.
Y bueno, correr al amanecer esquivando la espuma y meterme al mar inmediatamente después del ejercicio fue una experiencia única, inolvidable e INCREÍBLE.
Lo maravilloso del viaje es que cada día hubo algo nuevo, como manejar una cuatrimoto en unas dunas espectaculares, aquí debo aclarar que yo no sé manejar, ni siquiera sé andar en bicicleta, pero ahí estaba yo diciendo que sí a todo, un poco por no perderme ninguna experiencia y otro poco porque me sentía cobijada por otras tres locas como yo.
Fue un fin de semana “largo” que me supo a gloria gracias a las interminables sesiones de fotos que enloquecían a Olsi; las charlas y los memes de los desayunos; el masaje relajante y un excelente servicio del hotel.
Al final, no tuve que regresarme antes gracias a la tecnología y el camino de vuelta a casa acompañado de un gran playlist con paisajes hermosísimos fue el mejor cierre para éste, mi primer viaje con amigas.
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