Escapar de la penitencia del Distrito Federal es necesario cuando pierdes la esperanza en horas de tráfico. No quiero saber nada. Quería huir. Salir de este planeta. Imaginé que el monolíto de la Peña de Bernal sería el lugar perfecto para una abducción, así que me hospedé una noche en el hotel Casa Mateo, tomé el volante y dejé todo atrás, todo.

Fui bien recibido. Hacía tiempo que no recordaba la amabilidad y el servicio honesto. Me llevaron casi de la mano hasta mi cuerto. Mientras caminaba por el centro del hotel, observé la alberca tan serena como las nubes racándose la barriga en esa impresionante piedra gigante.

Abrieron la puerta de mi aposento y contemple la enorme cama detrás de una tina de hidromasajes. Pensé que no estaría mal disfrutar por última vez algunos de los placeres terranales. Me deshice de mis ropajes y me interné en la tina con agua ardiente. Con la vista hacia La Peña pensaba en en los planetas que conocería, una pasadita opr los anillos de Sturno, perseguir al cometa Halley , conocer las diversas civilizaciones ignorando su idioma, costumbres. Tal vezme enojaría el tráfico de basura estelar, la brurocaria para entrar a Júpiter . Pensé que me sacaría de quicio pero todo fue diluyéndose mientras mantenía la mirada fija en ese monumento sagrado. De pronto no pensé en nada, de pronto estaba en lo que muchos llaman Paz.

COCINA DE LA CASA

El hambre me sacó de este trance, por lo que ráidamente me vestí e ingresé al restaurante de Casa Mateo. Decidí no perder de vista al monolito, no quería perder mi lugar en la nave espacial, así que subí hasta le hermosa terraza con una vista impresionante del pueblo y el enorme bloque de piedra. Los expertos del hotel me apapacharon con una botella de vino Malbec de Casa Mendel. De pronto , en la cocina me recibió el joven Chef Antonio García de León, quien ofrece los platillos endémicos del hotel: El mole rosa ó la sopa de la casa Mateo que llena de gozo al paladar.

NOCHES MÍSTICAS

Cuando llegó la noche y se retacó de estrellas, imaginé la belleza que guarda cada astro a miles de años luz de distancia. Sentí la ansiedad del viaje tan largo, tál y como  el tráfico  de la capital, y mientras volteé a mirar la silueta de monolito , me di cuenta que estaba tan sereno como nunca en ese pueblo, que me encantaba mirar la luna con los pies en la tierra, deleitarme con esa música creada por virtuosos y degustar el vino argentino digno de maestros. Así fue cuando¿o decidí que no quería ser robado por extraterrestres, que en Casa Mateo soy un hombre feliz.