Los chiles en nogada son uno de los pocos platillos en la gastronomía mexicana y mundial que tienen lugar y fecha de nacimiento. Para entender los chiles en nogada debemos entender cómo y porqué fueron creados.
Imaginemos la escena: Agustín de Iturbide, considerado en ese momento el salvador y pacificador de la Nueva España acababa de firmar la independencia del Imperio Mexicano con el último virrey español, Juan O’Donojú en la ciudad de Córdoba el 24 de agosto de 1821, y en su camino a la Ciudad de México se detuvo en Puebla justo el día de su santo, el 28 de agosto.
Las monjas agustinas del convento de Santa Mónica, encargadas de preparar los alimentos para la celebración, quisieron agasajar al nuevo héroe con una creación única, para lo cual dispusieron de los frutos que en ese momento tenían a su alcance: pera de leche, manzana panochera, durazno criollo, nuez de Castilla, granada… y por supuesto, el chile poblano.
Iturbide venía acompañado de Vicente Guerrero y su Ejército de las Tres Garantías – religión, unión e independencia – representada cada una por los colores verde, blanco y rojo en la bandera de la nueva nación, así que las acomedidas monjas decidieron que esos tres colores estarían presentes en su platillo: el verde del chile, el blanco de la salsa de nuez y el rojo de la granada.
Y efectivamente, con la dedicación a la cocina que caracterizaba a las monjas y a las mujeres en general de la época, los ingredientes fueron cuidadosamente medidos, sopesados y mezclados para logar una creación mestiza – barroca de la gastronomía mexicana: los chiles en nogada, que hoy en día son considerados un verdadero manjar disponible sólo durante los meses de agosto y septiembre.
Actualmente los chiles en nogada se han extendido a lo largo y ancho del país, sobre todo en la parte central donde el clima es parecido al de Puebla, y pueden ser degustados en versiones ligeramente diferentes, aunque por supuesto, los habitantes de la ciudad de Puebla reclaman como suya la receta original.

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