En contra de lo que ha permitido pensar la creciente mercadotecnia, el vino es más el producto de historia y tradición que el de una clase socioeconómica particular. Claro está que la calidad, en sus múltiples y controvertidas expresiones, está sometida a costos variables, sujeto a tales reglas el vino se presenta por lo tanto, en ciertas circunstancias, como un elixir exclusivo y elitista. Sin embargo nos olvidamos con demasiada facilidad de lo que el vino ha representado en la civilización, y, con la misma facilidad nos olvidamos de la cotidiana importancia que ha tenido en la vida de nuestros ancestros, hasta en las prácticas cotidianas de nuestras modernas civilizaciones!
En un contexto actual regido por términos publicitarios omnipresentes, la imagen del vino rara vez sobrevive al impacto de la voluntad -contradictoria- de popularización y exclusividad emprendidas por los aparatos mercantiles.
Partiendo desde un principio, todo indica que el vino, fermentado de la uva, ha formado parte -de manera implícita- de la vida de los seres humanos desde tiempos inmemorables. Existen pruebas de la existencia del vino en épocas anteriores a la creación de la escritura, y durante la Edad Media, el vino fue concebido como la bebida sana por excelencia! Podemos suponer entonces que todas las generaciones y clases sociales han estado en contacto con el elixir. Y si durante la Edad Media el consumo del vino era más seguro que el del agua, permite pensar que gran parte de la población europea -y en particular la citadina, con un acceso reducido al agua- consumía fermentado de uva bajo sus formas más diversas, privilegiando entonces, en esas condiciones, la cantidad a la calidad.
En esa misma época, los monasterios, en específico de Borgoña, que tenían tanto tierras como tiempo que dedicarle a la uva, comenzaron a dibujar las bases de la viticultura y de la elaboración del vino, ahí sí, de alta gama. Son estas mismas técnicas que prevalecen, hasta el día de hoy, como punto de referencia y como ciencia cuasi perfecta en los hábitos y costumbres de los perfeccionistas productores y grandes viñedos alrededor del mundo.
Desde entonces, las tendencias consumistas han cambiado indudablemente. Ya no tenemos miedo de que un simple sorbo de agua sea el trágico origen de la transmisión de enfermedades mortales, y la comprensión que hoy se tiene de los nefastos efectos que el consumo de alcohol irresponsable tiene sobre el organismo, han transformado nuestra visión del vino. La misma diversidad de oferta de todas clases de bebidas -alcohólicas o no- ha modificado drásticamente nuestro enfoque, derivando felizmente hacia la búsqueda incansable de la calidad, de su expresión única e impacto inolvidable.
Así es que si bien no se trata del mismo vino que consumían nuestros ancestros, este sigue siendo parte de nuestras vidas. Su milenaria permanencia lo hace universal. El vino nos acompaña, en la mesa, a través de los años, al paso de una evolución personal, buscando siempre el que corresponda más a la situación. Placeres que crean, tranquila y seguramente, un recuerdo más de la aventura de la vida.
Su evolución constante lo mantiene fuera de cualquier exclusividad social. No pertenece a ninguna época o clase social, porque hay un vino para cada uno, de cualquier estilo, color, sabor, de cualquier proveniencia y a cualquier precio. Es un elixir versátil, infinitamente rico en expresiones, anécdotas e historias.
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Apasionada y siempre emocionada por el universo culinario, Elsa se define más como una aventurera del reino gastronómico. Viajando entre aromas y sabores, su recorrido es el de una vida inscrita en el esquema multicultural, entre Francia y México. Comenzando sus primeros pasos como profesional del turismo en el icónico Ritz de Paris, nunca ha dejado la búsqueda implacable de calidad y experiencias laborales completas. A su llegada a México DF, el restaurante Oca fue terreno de exploración y descubiertas gastronómicas únicas, Sommelier en un proyecto novedoso y exigente en talentos. Más tarde en Puerto Vallarta, con Blanca Blue Restaurant & Lounge, fue como Sommelier y Encargada de Restaurante, en compañía del Chef Francisco Ruano, que se define como un deslumbre de creatividad y expresión en diversas cenas maridadas exclusivas con bodegas altamente representativas. La estancia en las bellas playas de Puerto Vallarta terminan en Nuevo Vallarta, donde Elsa se encarga de las Cavas de Marival Group como Wine Director a nivel corporativo, ampliando una visión y afirmando una pasión. Ha trabajado con emoción en compañía de chefs inconfundibles tales como Patricia Quintana, Regis Lacombe, Jonatahan Gomez, Ángel Carbajal… Hoy Sommelier de San Ángel Inn, uno de los restaurantes más emblemáticos del país, es por la voluntad de compartir experiencias que abre este espacio de comunicación y descubierta del mundo gastronómico. Elsa afirma que cada ciudad la ha formado como observadora activa de una evolución del arte del buen comer, participando, creando, reescribiendo una profesión controversial y redefiniéndola a cada paso como una fuente de experiencias gastronómicas accesibles a cada uno. Una idealista de la mesa, una soñadora de los sabores, nunca dejando de lado las inesperadas sensaciones gustativas por explorar, Elsa se inscribe en el movimiento de la nueva generación de Sommeliers, amables servidores del vino.
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